Había una vez, un escritor muy reconocido, que vivía en una playa tranquila, cerca de un pueblo de pescadores.
Todas las mañanas iba a caminar por la orilla del mar para inspirarse, y después pasaba las tardes en su casa, escribiendo.
Cierto día, mientras caminaba por la playa, vio a una niña recogiendo estrellas de mar y devolviéndolas al océano.
– ¿Por qué está haciendo esto? –preguntó el escritor.
– Ya lo ve -contestó la niña-. La marea está baja y el sol está brillando. Las estrellas se secarán y morirán si permanecen aquí, en la arena. Por eso las devuelvo de nuevo al mar.
El escritor quedó asombrado por la respuesta de la niña, y le contestó:
– Pequeña, existen miles de kilómetros de playa en este mundo. Y millones de estrellas de mar desparramadas por las playas. ¿Qué diferencia hay? Tú sólo devuelves unas pocas estrellas al océano, y la mayoría se mueren. ¿Qué diferencia hay?
La niña, cogiendo una de las estrellas y lanzándola al mar. Respondió:
– Para esta estrella, SÍ hay una diferencia.
Aquella tarde, el hombre no pudo escribir; ni siquiera pudo conciliar el sueño esa noche.
Al día siguiente, por la mañana, volvió a la orilla, buscó a la niña y se unió a ella. Y juntos comenzaron a devolver las estrellas de mar al océano.
Ahora ya son DOS los que quieren hacer del mundo un lugar mejor.
Esa es la diferencia.
(Música: Royalty Free Music – Atmospheric beautiful relaxed calm slow grand piano bar lounge theme 004, bajo licencia Creative Commons BY-NC-ND 3.0)
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Un Comentario
Davide
Tocar, lanzar o estrellas de mar puede acabar con ellas. Tenemos que aprender a “no hacer nada” si queremos “ayudar” a la naturaleza. Los organismos vivos tienen sus mecanismo de supervivencia y nosotros solo entorpecemos y destruimos con nuestras acciones. Muchas veces por ignorancia bienintencionada.