En una calle muy concurrida, un mendigo se sentaba en la acera.
A su lado, había colocado una placa que decía:
“No tengo donde vivir. Soy un pobre fracasado. La vida me ha maltratado, y no consigo un mísero empleo que me dé algún ingreso. No soy nada, nadie me quiere, nadie me ayuda”.
Pasaban los días, y el hombre no conseguía ni tan siquiera para alimentarse. Las cosas le iban de mal en peor, hasta que cierta noche, encontró un libro tirado en la calle, lo abrió y leyó un párrafo que decía:
“Todo lo que Usted habla de sí mismo se refuerza en su subconsciente. Vea su vida con alegría, agradezca lo poco que pueda tener y dígase que está en proceso de mejorar esa situación. Por más pobre que sea, dígase a si mismo que es próspero”.
Aquello le hizo reflexionar profundamente y, como nada tenía que perder, decidió cambiar el texto de la placa, que ahora decía:
“¡Vean lo feliz que soy! Soy un hombre próspero. Tengo una buena residencia y me siento atractivo. Vivo confortablemente, tengo éxito y salud en abundancia”.
Algunas personas que pasaban lo miraban intrigadas, otros lo veían como un loco, y algunos hasta le daban dinero.
Todos los días, antes de dormir, el mendigo, contaba su dinero y notaba que la cantidad era cada vez mayor.
Una mañana, un importante ejecutivo, que lo venia observando desde hacía un tiempo, se acercó a él y le dijo:
– “Señor, Usted es muy creativo. ¿Le gustaría colaborar en una campaña para mi empresa?”
– “Por supuesto, -le respondió el mendigo-. No tengo nada que perder”.
Después de darse un buen baño y luciendo ropas nuevas, fue llevado a las oficinas de la empresa.
De ahí en adelante su vida fue una secuencia de éxitos. Incluso, después de un cierto tiempo, terminó convirtiéndose en uno de los socios mayoritarios.
En una entrevista dada a la prensa, esclareció como consiguió salir de la mendicidad y llegar a tan alta posición.
– “Así fue, -explicó: tan solo tuve que entender el poder de las palabras y creer en ellas”.
Reflexión:
El Universo siempre apoyará todo lo que decimos, escribimos o pensamos respecto de nosotros mismos, y eso acabará manifestándose en nuestra realidad.
En cuanto afirmamos que todo va mal, que nuestra apariencia es horrible, que nadie nos quiere, que nuestros bienes materiales son ínfimos, la tendencia es que las cosas empeoren cada día un poco más.
Las afirmaciones y creencias van materializándose en nuestra vida, así que recuerda: no menosprecies el poder de las palabras y háblate como te mereces.
(Música: Jul de Scott Buckley – www.scottbuckley.com.au bajo licencia CC BY 4.0)
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