Dos monjes Zen iban caminando por el campo. Cuando llegaron a un arroyo, se dieron cuenta que se había convertido en un torrente debido a las fuertes lluvias primaverales.
Allí encontraron a una atractiva joven esperando en la orilla, con el agua a la cintura, desolada, incapaz de cruzar el arroyo, ahora convertido en río, embarrado por la lluvia.
La corriente era muy fuerte, pero uno de los monjes se acercó a la mujer y se ofreció a llevarla hasta la otra orilla. La cargó sobre sus hombros y la pasó al otro lado atravesando peligrosamente la corriente. Mientras, el otro monje hacía gestos de desaprobación constantes.
Después, los dos monjes, continuaron su camino.
Bien entrado el día, el segundo monje seguía enfadado, caminando delante sin dirigirle la palabra al otro.
— ¿Se puede saber qué te pasa? –le preguntó éste.
— ¡Qué me pasa! ¡Qué me pasa! ¡Que has transgredido un grave precepto! –contestó el monje-. Has cogido a una mujer en brazos, ¡una mujer guapa y joven! Su cuerpo y el tuyo unidos estrechamente en medio del torrente.
Y el otro monje le contestó:
– Debes de estar muy cansado de cargar con esa mujer durante todo este tiempo. Yo la he dejado al otro lado del rio y he continuado mi camino. Pero tú, en cambio, todavía la llevas contigo.
(Música: Warm Light – Peder B. Helland)
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